El 2022 y el desafío del amor; la clave es asumir el riesgo

Comenzamos el año y todo el equipo del CKEA se pone en sintonía con las necesidades de sus pacientes y para todas aquellas y aquellos que realicen tratamientos en nuestras sedes (de Santa Fe y Paraná), y los alumnos de Pilates se le regala 2×1 en entradas para el cine del Shopping La Ribera en Santa Fe, que pueden aprovecharse todos los días y en todas las salas.

Hola queridas amigas y amigos de CKEA de Santa Fe y Paraná. Estamos desovillando un nuevo año y es nuestro deseo más ferviente que todos hayamos comenzado de la mejor manera y nos hayamos animado a desplegar un menú de sueños, proyectos y expectativas para el 2022. Y hacemos votos para hacerlos realidad.

¡Vamos que largamos!, y no podemos distraernos en esto de vivir a pleno ni un minuto de los 365 días que hay en este año. Es necesario poner la mejor onda para construir los escenarios como nos merecemos.

Luego de tantos meses de sinsabores, angustias y reclusión es necesario abrir los postigos de los días porvenir y dejar que entre el sol de cada uno con alegrías, sonrisas y buenos momentos. Eso depende de nosotros.

Como también depende de nosotros animarnos al desafío de una experiencia inigualable: el amor. Cualesquiera sean las formas que conocemos y nos atrevemos a abordar.

Debo ser honesta y decir que yo no conozco mucho del tema. En rigor de verdad, entiendo que todos creemos saber mucho de amor, pero no somos tan experimentados, y sólo poseemos un bagaje de experiencias personal e intransferible de lo que vivimos en el pasado, y que quizá no nos sirva tanto para la próxima vez. Quiero invitar a que en 2022 nos animemos a vivir el amor. Pero: ¿Qué es el amor?; ¿Hay una sola forma de amar?; ¿Cómo debo actuar ante el momento de asumir el amor?

¡Caramba!, no tengo las respuestas y no creo que haya alguien con esa sabiduría. Porque el amor es espontáneo, vívido e inasible. Entonces: ¿No puedo hablar sobre el amor si ni siquiera puedo responder a estas preguntas básicas?

Aventura.

No lo creo. Porque lo que me interesa es estimular a que todos podamos animarnos a amar, en los infinitos tipos o estilos de amor.

Yo he visto amores espabilados y amores adormilados, intensos como un volcán y suavecitos como un arrullo, los he conocidos frontales y meridianos, y otros esquivos y mendaces de los que conviene desconfiar. Así, me he topado con amores abúlicos y con los que se despliegan con determinación; están los ambiguos y grises, y en contrapartida están los policromáticos y carnestolendos, que son los que irradian alegría.

En la vida hay amores perennes y los hay de estación; amores con todas la de la ley y los flojitos de papeles; quién no se ha encontrado con amores divinos, sostenidos por el canto de ángeles, y aquellos que parecen vivir en el mismísimo infierno. Son los amores gélidos y más ardientes. Pero también los encontrados en subida y en bajada.

Quién no conoce, cerca suyo, no tan lejos, amores que vegetan cómodos en su zona de confort, y los que no paran de remar para llevarlo a sitios más prometedores. Hay citadinos, que se aromatizan con el café de la esquina y los que buscan los espacios abiertos para salir a anticiparse a los amaneceres; Ambos me gustan.

No podrán negarse que hay amores tibios y los que salen a la calle a gritarlo de viva voz y a cuello partido. Están los empecinados y los negociadores, amores que se abren con un abracadabra y otros que para entregarse necesitan una oceánica declaración.

Como dice el tango, hay amores de estudiantes, que flores de un día son, y los que nunca pierden sus hojas. Es importante la voluntad que se pone ante el amor, y así veremos que hay quienes elijen los largos y polvorientos caminos, mientras otros buscan los atajos, que, como dijo el Martín Fierro, nunca fueron buenos.

Hay que saber identificarlos. Hay que saber mirar y meterse en ellos como, en definitiva, cada uno puede. Porque hay quienes prefieren amores en presente continuo y otros que se conforman con añorar amores con futuro perfecto. Ni hablar de los que se quedan en estado de latencia, en puntos suspensivos.

Hay amores que bien podría definir El Dante, y, otros que surgen de la pluma de poetas desconocidos.

Existen los que han sido bendecidos y aquellos que nacieron malditos; celebrados y prohibidos; recuperados y otros por inaugurar; hay amores circunscriptos y otros que piden horas extras.

Solemos ver más comúnmente a los fugaces y efímeros como una estrella y a los omnipresentes como el sol.

Aunque los amantes nunca resignen la alquimia; hay amores ceñidos y otros que se salen de los márgenes; y hay amores diáfanos y otros que requieren notas al pie. Me desilusionan los amores que nacen con fecha de vencimiento. Ante tantos amores que ya tienen el boleto picado, me inclino por los que nacen sin fecha y destino abierto.

En la calle misma, sin ir más lejos, si nos detenemos a mirar un minuto, veremos que hay amores perfumados con el aroma del alba y otros que se someten al rocío del crepúsculo; amores alfiles y amores torres, que protegen con el enroque. Nos sorprenden diariamente amores de estricta gala; amores de entrecasa y los pret a porter; nos cruzan los amores mustios y los amores resplandecientes; los cóncavos y los convexos; los que dependen del impulso para caer cara o seca. He conocido amores que esconden la cabeza en el suelo como el avestruz y los que se exhiben horondos en el azul del cielo, como un águila.

Sentimientos.

En fin Serafín… me gusta mirar y definir esos amores que nos envuelven como el aire y aprender y crecer con ellos. Soy de las que evito los amores opacos y le sientan mejor los traslúcidos; y tanto me agradan los amores inaugurales como los recurrentes, que se siguen eligiendo tantas veces que da envidia.

Somos la forma en que amamos. Construimos amores maquíneos como libertarios; amores de laboratorio y amores que corren a campo travieso; amores espontáneos y otros que se cometen con premeditación y alevosía.

Están los que saben esperar y otros que son tan ansiosos como un boca de urna; muchos de ellos se miran y no se tocan; y otros que no pueden dejar de tocarse aunque no puedan verse.

En estos tiempos postmodernos nos aturden los amores líquidos que se escapan entre los dedos y amores tan contundentes que apenas pueden moverse. Como los libros, podemos parir amores de ocasión; de segunda selección y hasta, si nos animamos, los amores que se encuentran en la canasta de saldos y retazos.

Todos son válidos. Incluso los nonatos que nos enternecen en algún lugarcito del alma.

Pero ojo, hay que cuidarse de los amores que nacieron longevos y los que siempre son promesa, con una flor en capullo que nunca se abre. Busquemos los amores en la profundidad o en la superficie.

Si vienen sosos, salpimentémoslos a gusto. Si vienen del derecho o del revés, alegrémosnos porque son amores reversibles.

En lo personal me gustan los amores que evitan la relación velocidad / tiempo / espacio, y crean sus propias leyes; son los amores físicos y químicos; para los que no hay imposibles.

Lo que aspiramos y proponemos desde CKEA es tomar el año por las astas, superar las barreras y tomar la determinación de amar, como podamos, a quien podamos y con el formato que mejor nos salga.

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